La santidad de la sanidad española: muchos conocimientos y poca humanidad

Esta entrada trata, básicamente, mi más sincera opinión sobre la actual situación de la sanidad española, sobre todo en lo que a atención al paciente y listas de espera se refiere. La idea se implantó en mi cabeza hace unos cuantos días, cuando fui a acompañar a un familiar a urgencias. Por desgracia no soy la única persona en el mundo que opina de esta forma... me temo que hasta existen estudios que reafirman mi impresión.

Lo que ocurrió fue lo siguiente: dicho familiar me llamó a mi casa a las 11:40 de la mañana desde el trabajo y me pidió que le acompañara a urgencias porque se aquejaba de dolores abdominales bastante fuertes. Sin pensarlo dos veces me fui con lo puesto a acompañarle (no me hago la heroína ni mucho menos, es que me acosté con la ropa del día anterior y pude darme prisa). Cuando llegamos a urgencias en el Hospital Insular de Las Palmas de Gran Canaria, he de confesar que le introdujeron bastante rápido en el recinto, mientras a mí me dijeron que esperara fuera a que me informaran. Hasta ahí todo me pareció correcto, ya que si yo hubiese entrado hubiese resultado más un estorbo que una ayuda para los profesionales y mi pariente podía dar su versión de los hechos mejor que yo.

Aunque no esperaba pasármelo bien ni chachi pistachi, ya que ma hallaba en un hospital para solucionar un problema, no para divertirme, tampoco me imaginé que permanecería allí tres malditas horas sin información de ningún tipo y sin nada que hacer (de haberlo sabido me hubiese llevado un libro para entretenerme un rato, pero lo no hecho, no hecho está). De la primera hora y media recuerdo perfectamente a todas las personas agolpándose contra la ventanilla de información preguntando por sus familiares y allegados (ya que si no preguntas se olvidan de que estás allí), a los que estábamos sentados esperando el maldito momento en el que pasase algo, sin nada que hacer... y el tremendo aburrimiento que se cernía sobre mí.

Pasado ese tiempo, sale de la ventanilla una de las responsables de la información, y nos manda a todos a callar como si fuésemos niños chicos y no tuviésemos bastante con nuestros problemas... Lo que me fastidió no fue la acción en sí, ya que entiendo que se requería cierto grado de silencio para poder trabajar decentemente. Lo que realmente me enervó fue la forma en la que lo dijo, como si estuviésemos allí por puro placer sólo para molestarla a ella y no tuviésemso mayores problemas en los que pensar... En ese momento la espera acumulada y la actitud de esa mujer lograron que me entraran ganas de gritarle "!CÁLLATE YA E INFORMA DE UNA MALDITA VEZ, QUE PARA ESO TE PAGAN! SI HICIESEIS LAS COSAS BIEN NO HABRÍA TANTA GENTE NI TANTO ESCÁNDALOOOOOOOO" Por suerte logré reprimirme pensando que no era su culpa, sino de la sanidad en general: pocos medios y profesionales para demasiados enfermos, que es a lo que se reducen los problemas sanitarios si lo pensamos bien.

Después de esta aparición estelar, la muy sinvergüenza (no me sé el nombre) va y cierra la ventanilla a todo el mundo con la excusa de que así no se podía trabjar... la verdad era que daban tan mal la información que la gente no tenía otro remedio que preguntar por sí mismos. A este grupo me uní yo cuando la ventanilla se abrió de nuevo (ALELUYA), ya que tras dos horas sin saber nada de nada me estaba poniendo nerviosa. Pregunté y lo único que me dijeron fue que siguiera esperando... o sea, que más valía no haber preguntado nada.

A continuación veo a un hombrecillo salir de la sala de información con la típica bata propia de los enfermos y, al parecer, con cierto retraso mental. Por lo visto lo habían botado a la calle como si nada... sin un céntimo, un pariente o alguna opción viable, como si de un perro se tratase. Es más, creo que ni a los perros se los trata así.

Un grupo de mujeres, de edad avanzada y posiblemente con familias de las que cuidar, se apiadaron del pobre hombre e intentaron ayudarle. Decidieron pagarle un taxi, pero no tenían el suficiente dinero (habían llegado en guagua o autobús, más rimbombante). En ese momento pasaba una enfermera (por llamar de algún modo a esa cosa sin corazón ni alma) y cuando le explicaron la situación y le pidieron ayuda... estoy segura de que lo adivinan. En efecto, como quien oye llover, la "buena mujer" pasó de las señoras y del hombre un pimiento o más y se largó como si no hubiese pasado nada.

Os contaría el final de la historia de este hombre, pero en ese momento me rugían las tripas y necesitaba algo que llevarme a la boca. Cuando creía que me iba a quedar toda la eternidad esperando y tras beberme un zumo de una máquina expendedora (pero qué amables son al acordarse), mi pariente por fin salió de la sala de información. Lo primero que quise saber era que le habían hecho para retenerme en ese lugar tres horas. Pues ponerle un analgésico bastante fuerte y hacerle un análisis de orina y sangre... aparte de recetarle unos antibióticos y de darle algunas instrucciones. Del hombre de la bata no supe más... pero no creo que lo llevase ningún doctor en el coche a juzgar por el comportamiento de las enfermeras.

Hasta aquí dirán que me estoy pasando y que no es para tanto ponerme así por tres horas de espera o por un desconocido. Pero el problema, lo que realmente me cabrea, es que en realidad no hemos esperado tres horas... Estamos aguardando desde hace tres largos años, desde que le detectaron a mi pariente HBP (hiperplasia benigna de próstata) hasta agosto de este año en el que lo van a operar si es que no se las arreglan para retrasar el momento como ya han hecho dos veces.

El problema ya debería estar solucionado, al menos en teoría. Pero como mi pariente no es el rey vividor-del-cuento-porque-no-sirve-para-nada, tiene que pasar por la maldita lista de espera. Qué pena que en la sanidad y la salud no prime la gravedad del paciente sino su posición social... hasta aquí ha llegado la maldita jerarquía consumista.

En fin, podría estar explayándome horas y horas y horas sobre el tema, pero no quiero que les resulte aburrido. Espero que cuando ejerza la medicina no me encuentre en estas situaciones tan escabrosas e inhumanas, y que mis ideales no desaparezcan de la misma forma.